denotación y la connotación se complementan, son necesarias para dar riqueza a un lenguaje ya que nuestra comunicación se basa en la transmisión de aquello que percibimos de nuestro entorno y de las imágenes que elaboramos en nuestra mente; en otras palabras, usamos el idioma para compartir con los demás contenido que no suele ser objetivo, incluso cuando creemos que lo es.
Si bien la objetividad y la denotación van de la mano, esta asociación puede mirarse desde dos ángulos diferentes: al referirnos a un automóvil usando ese mismo término nos aseguramos de que nuestro interlocutor entienda exactamente de qué estamos hablando, sin necesidad de realizar ninguna abstracción o relación con elementos ajenos a la conversación; podría decirse, con toda seguridad, que estamos siendo denotativos.
Sin embargo, ¿qué ocurre si un mes antes de mantener este diálogo el interlocutor ha perdido a un ser querido en un accidente de coche? Este hecho, aunque no se encuentra presente en la conversación, no podrá pasar desapercibido para la otra persona: inevitablemente, agregará una connotación negativa al hasta entonces inocente sustantivo, y su comprensión del mensaje podrá verse afectada.
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